viernes, 16 de octubre de 2009

Violencia de género: víctimas y victimarios

La violencia es un fenómeno natural y social. En la naturaleza se da entre los seres vivos donde los más fuertes matan y comen a los más débiles, y a través de los fenómenos climáticos que azotan el mar, la tierra y el cielo. En la sociedad se manifiesta en las agresiones, los asesinatos adrede o no, dentro o fuera de casa, y las guerras donde todos, hombres, mujeres y niños sufren en mayor o menor grado.

En todo el mundo hay violencia contra las representantes del “sexo débil” y los del “tercer sexo” (homosexuales, transexuales). Se da especialmente donde hay más pobreza, ignorancia, frustración y donde no hay leyes que los protejan o funcionen. Por lo general en esas condiciones, los varones tiene más poder económico (además de físico) que las féminas y así pueden abusarlas –pero claro, si algunas han aprendido defensa personal o ganan buen dinero la cosa puede cambiar, e incluso a veces ellas puede ser las violentas.

Muchos de los asesinatos pasionales ocurren en casa donde una pareja puede estar conviviendo, incluso por años, en conflicto y maltrato corporal o mental en una relación insana cimentada por las limitaciones económicas, los prejuicios, las obsesiones o la mera costumbre. O simplemente los crímenes se dan por locura temporal incluso entre gente educada y acomodada. Las posibilidades de asesinato aumentan si en el hogar se tienen armas de fuego pero basta con tener cuchillos de cocina.

La violencia, como es sabido, también puede ser psicológica y así puede ser ejercida tanto por hombres como mujeres en sus respectivas parejas y, peor, en su prole si la hubiera. Se evidencia a través de gritos, groserías, burlas, mentiras y demás faltas de respeto. Además hay quienes ejercen violencia psicológica al seducir y engañar a otras personas ilusionadas con haber hallado un supuesto amor sincero.

Hay parejas que no deben seguir juntas no sólo por su propia salud o supervivencia sino también por la de sus hijos. Ciertamente la convivencia entre dos personas no es fácil pero la misma cuando es perjudicial –al menos para una de ellas– no debe ser para siempre por más que se crea eso de que “hasta que la muerte nos separe” y que, por desgracia sucede no pocas veces, no sólo de forma natural sino por la mano del hombre (o la mujer).

No importa quien ejerza violencia física o psicológica, si la víctima sabe lo que le conviene deberá terminar esa relación patológica antes que sea tarde –salvo que sea muy débil, acomplejada o perdonadora para no buscar iniciar otra que pueda ser mejor.

La cosificación y la alineación son evidentes en quienes no saben o aceptan la realidad concreta que el amor no es eterno y que la atracción sexual y el enamoramiento de una tercera persona es una realidad siempre latente –sobre todo después de unos años de relacionarse y/o convivir.

Por otro lado, la consideración de la mujer como mero “objeto de placer” para el hombre, alentada por los medios, sumada a una mala interrelación social, los deseos insatisfechos y la capacidad de someter a los débiles propicia que ciertos individuos violen sexualmente a mujeres, o peor aún, adolescentes o infantes. Claro está, una alternativa menos oprobiosa sería pagar a mujeres para tener relaciones –también hay varones que ofrecen estos “servicios”–.

Detrás de todo esto está la ideología ancestral del machismo, la creencia que las mujeres (y quienes busquen parecérseles) son inferiores a los hombres y, por eso, deben ser desvaloradas, burladas, golpeadas y abusadas sino no complacen u obedecen a estos.

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