viernes, 2 de octubre de 2009

La mentira y el pensamiento racional*





La necesidad de vivir engañados

Así como en todo mercado hay vendedores y clientes, muchas veces todo engaño es un autoengaño: hay quienes engañan y hay quienes desean fervientemente ser engañados o que no ven la diferencia entre sus sueños e ideas y la cruda realidad. El hombre viejo al cual se le entrega una mujer joven puede creer que ésta lo hace por amor cuando en realidad ella lo hace por algún interés subalterno (dinero, poder, prestigio, vanidad, etc.). También un hombre normal y decente puede auto engañarse al pensar que su amada (una mujer falsa, una prostituta o un travesti vividor que desea su dinero o bienes) sea también honesta como él, o peor aún, que lo ama tanto como él a ella. Es un gran negocio el aparentar, el atraer, sea por medio de la moda o la cirugía plástica siguiendo ciertos estereotipos alentados en gran manera por los medios de comunicación masivos. Y esto aunado a la necesidad de amar y ser amado o simplemente de desear y ser deseado puede empujar a muchos a un mundo quimérico e ilusorio.

Y la urgente necesidad de resolver dificultades económicas o de superar problemas psicológicos y de salud puede empujar a muchos a aceptar cualquier creencia que se les presente por más irracional, engañosa y extraña que sea. A muchísimos les preocupa que sus problemas diarios como también los serios y extraordinarios --como el peligro de morir por alguna enfermedad grave- sean resueltos o que tengan buen final, a los padres de familia les interesa que sus hijos sean buenos ciudadanos o que les vaya mejor en la vida que a ellos, a los hijos que sus papás les entiendan y ayuden, a los obreros y empleados mantenerse en sus puestos de trabajo, al estudiante aprender más y mejor o sacarse una nota aprobatoria, a la novia o novio que su pareja le ame o al menos que le sea fiel, a los militares que sus respectivos países ganen la guerra en caso de conflicto bélico, etc., etc. Y muchas veces tales circunstancias problemáticas son afrontadas de modo religioso, o sea, invocando socorro del cielo, rezando u orando a Dios, pidiéndole ayuda, que es lo que casi todas las religiones del mundo han enseñado a la humanidad.

Algo muy semejante pasa con aquellos que llevan una crucifijo o un rosario, una pata de conejo, una determinada piedra -como el cuarzo- , una pulsera de metal, cierto color de vestimenta -como ropa interior amarrilla para recibir el nuevo año- , una planta de sábila detrás de la puerta de la casa, o que hacen ciertos gestos, ademanes y acciones como persignarse al pasar por un templo o al retirarse de sus casas e ir al trabajo y viceversa, el cruzar los dedos índice y medio, el golpear madera, el no pasar debajo de las escaleras, el evitar a toda costa no romper espejos ni cruzarse con un gato negro, el dar alguna limosna, etc., etc. Todas ellas quieren que les vaya bien y evitar el mal con la ayuda de ciertos objetos, partes de animales y realizando ciertas acciones, creen que obtendrán algún poder o protección de naturaleza misteriosa.

Así se puede vivir simultáneamente en un mundo injusto, duro y miserable y a la vez soñar con uno paradisíaco y celestial donde el verdadero ser está en el más allá supramaterial, incorporal e inmaterial. De ahí a la alienación mental sólo hay un paso.

Pero también las circunstancias existenciales que rodean nuestras vidas pueden hacernos recurrir fácilmente a los mitos aprendidos en nuestra niñez y no sólo cuando estamos desesperados sino también para usarlos para entender el mundo, el bien y el mal que ahí encontramos.

Sea que se tenga una creencia irracional de tipo religioso o paranormalista en el mercado social de las mentiras no sólo hay clientes de ellas sino también sus vendedores.

Contrátese un auditorio grande como un cine o un estadio o simplemente uno para 50 o 100 personas, conózcase algunos versículos bíblicos o dígase algún discurso sobre la destrucción y salvación del mundo por parte de Dios o los extraterrestres, háblese de los problemas y las angustias de la vida y de la vida de ultratumba, ofrézcase soluciones y curaciones milagrosas, cóbrese un óbolo “voluntario” para la “gran obra divina” y ya se estará ingresando al gran negocio de las sectas religiosas.

Alquílese una pequeña oficina, ofrézcase la lectura de los astros o del tarot de lo que se espera suceda con el amor, el dinero y la salud, curaciones de enfermedades con masajes con conejillos de indias, piedras, flores, música, etc., o con la simple imposición de manos, y ya se habrá entrado al negocio de lo paranormal.

En ambos casos el vendedor para que tenga éxito como en cualquier otro negocio debe tener un discurso convincente y carismático que atraerá a más clientes (es decir, víctimas).



Protegiéndonos de las mentiras y los (auto)engaños

Finalmente entonces ¿qué hacer para evitar las mentiras, los engaños, las hipocresías, las adulonerías, los embustes, los fraudes, las falsificaciones y demás falsedades?

En primer lugar si no queremos practicar tales acciones ni ser sus esclavos debemos aprender a confiar en nosotros mismos, a ser fuertes psicológica y materialmente, independientes y autosuficientes hasta donde sea posible. Debemos cultivar la sinceridad así como el coraje en el vivir así como el indispensable pensamiento crítico que debe ser racional, lógico y científico (para eso es bueno leer literatura, filosofía y ciencia o ver buenos documentales educativos).

Tal sinceridad nos ayudará a aceptar lo que somos así como el coraje en la vida nos enseñará a evitar autoengañarnos y engañar a otros, tal forma de pensar nos acostumbrará a no aceptar cualquier afirmación de buenas a primeras, nos entrenará para dudar y buscar alternativas de explicación con sustento racional y empírico, nos alejará más de la práctica de la mentira haciéndola innecesaria a ésta (excepto cuando es indispensable por consideración misericorde o para salvar alguna vida). Lo ideal es aprender a pensar críticamente desde niños para así afrontar mejor los problemas de la vida y elegir las mejores alternativas que se nos presenten.

En segundo lugar si no queremos que otros las practiquen en nosotros debemos estar constantemente alertas, no ser ingenuos ni confiar de buenas a primeras en todo lo que se nos dice ni mucho menos en las apariencias. Además es algo indispensable el conocimiento de nuestras propias debilidades y fortalezas, así como gustos y desagrados, de esa manera estaremos listos a no creer lo que nuestro corazón ansía tanto creer no importándole que sea incluso algo ilusorio y hasta inexistente o, peor que nos empeore la salud física y emocional o hasta nos lleve a la quiebra económica.

*La versión original apareció en Paz y Miño, Manuel A.: Ethos: ¡Vivamos mejor! Una introducción a los problemas de la vida. Lima: AERPFA, Serie Eupraxofía, 1999,  y otra más larga fue leída el 8 de noviembre del 2005 en el X Congreso Nacional de Filosofía del Perú: "Filosofía, caos y crisis social" en el Cuzco y el 5 de agosto del 2006 durante el II Congreso Iberoamericano de Pensamiento Crítico: Impacto social del dogmatismo y el engaño en Ciencia, Religión, Política, Economía y Medios de Comunicación en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos).

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