martes, 3 de febrero de 2009
¿Nos sirve de algo la filosofía?
A través de la historia ha habido una variedad de definiciones de lo que es la filosofía: «amor a la sabiduría» (atribuída a Pitágoras), «ciencia de las primeras causas y los primeros principios» (Aristóteles), «la búsqueda de la verdad» (Malebranche), «ciencia de lo absoluto» (Hegel), «praxis revolucionaria» (Marx), etc.
Pero en general podemos enumerar una serie de características y preguntas de la filosofía: actitud cuestionadora (¿por qué?, ¿para qué?), visión del mundo (¿cómo es?, ¿qué hay en él?), especulación sobre la realidad (¿qué hay más allá?), guía valorativa (¿qué valor tiene esto?, ¿es algo superior o inferior?), guía moral (¿cuál debe ser mi accionar en el mundo y con los demás?), guía política (¿cómo gobernar la sociedad?), estudio de las ideas (¿qué han dicho los filósofos sobre esos temas?).
Según el punto de vista más convencional la filosofía es occidental, nace en la antigua Grecia, surgiendo en base a la duda y el cuestionamiento como alternativa a las concepciones tradicionales mítico-religiosas sobre la realidad, y así buscando en la razón las respuestas de lo qué es el mundo, la naturaleza y el ser humano. La filosofía se presentó como un saber racional, explicativo, especulativo y, en determinada medida, observacional, tratando de saber las causas de las cosas, los fenómenos naturales, la conducta del hombre, de todo lo que le rodeaba y de lo que creía que lo rodeaba.
En ese sentido la filosofía y la ciencia, su derivado, al inicio y durante siglos eran lo mismo, estaban mezcladas. Recién en los siglos XVIII y XIX los campos de estudio de la ciencia y la filosofía empezaron a delimitarse. Empero, la primera estudia no sólo la realidad concreta como la naturaleza y el hombre, sino también abstracciones como los números y las relaciones lógicas.
En el presente, si queremos conocer cómo funciona el mundo y la sociedad difícilmente buscaremos a un filósofo profesional. Por ejemplo, si queremos saber de: meteoritos acudiremos a un astrónomo; construcciones a un ingeniero; enfermedades a un médico; desigualdades sociales a un sociólogo, etc. Esto es, cada ciencia ha tomado su “tajada” de la realidad para explicarla −o intentar hacerlo− y manipularla −en lo posible−.
Sin embargo, a diferencia de las preguntas científicas concretas, no tienen una respuesta única las que se plantean las diversas ramas de la filosofía sobre qué son: la realidad y el ser (metafísica u ontología), el hombre (antropología filosófica), el conocimiento (gnoseología), la ciencia (epistemología), el valor (axiología), el bien (ética), lo bello y el arte (estética).
Con todo, postulamos una filosofía interesada más en la gente real de carne y hueso, en sus problemas, que en el saber enciclopédico e histórico de las ideas, una que plantee por ende no sólo críticas sino que pretenda dar soluciones. No sólo una simple especulación abstracta muchas veces ininteligible o académicamente indiferente ni tampoco una mera economía política, sociología o ingeniería social sino una filosofía que puede plantear una visión del mundo, ofrecer un camino y acción de vida para el individuo y la sociedad, que pueda aconsejar tanto al ciudadano común como a los que tienen mayor autoridad y responsabilidad.
Como seguidores de esta aplicación de la filosofía, no nos mantendremos neutrales en una torre de marfil: intentaremos reflexionar y meditar sobre los problemas que nos rodean, que padecemos como seres humanos aquí y ahora para así plantear soluciones y no ser simples críticos negativos o, lo que es peor, destructivos. Claro que los problemas de la gente con o sin poder no son exclusividad de los filósofos, son de carácter interdisciplinario, pero demandan una posición filosófica y una visión totalizadora para su mejor comprensión y para un mejor fundamento de sus respuestas.
(Publicado en la columna "Filosofía para la vida" del mensuario Peru News Review. Dana Point, California y Lima, Perú: Mayta Multimedia Enterprises Inc., enero, 2009, p. 9).
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