El primer aborto por necesidad e ignorancia, el segundo por estupidez,
el tercero por maldad.
Anónimo
El problema fundamental del aborto –la obstrucción del desarrollo o la eliminación del embrión o feto dentro del vientre materno– puede resumirse en que si su práctica adrede implica intrínseca o fácticamente el asesinar o no (1) a un ser humano o a una persona. Para ello es menester tener una concepción de lo que es la vida humana. Para algunos ella empieza justo en la concepción, en la unión del espermatozoide con el óvulo, para otros cuando el feto adquiere ciertas características humanas –cuando su sistema nervioso emite ondas cerebrales, por ejemplo–.
Pero así como una semilla no es una planta, o un huevo no es un pollo, un niño no es un adulto. Sin embargo, el óvulo fecundado tiene la capacidad de ser una mórula, ésta un embrión, éste un feto que podría nacer como bebé.
Diremos que quienes quieren realizarse un aborto de sean deshacerse del futuro ser por venir, por cuestiones netamente prácticas, ya que lo consideran un problema o una traba, sea para (poder) seguir estudiando o trabajando, para contraer matrimonio y sus respectivas responsabilidades más tarde, o simplemente para continuar «gozando» de la vida, divirtiéndose sin casarse por obligación. Esto es, no se quiere al nuevo ser, no se desea tenerlo y de ahí se plantea la libertad y el derecho de elección a ser madre o no. Pero esto dicho así, de una manera tan simple, implica otras cosas. Hay quienes sí quisieran que el embarazo continúe, tener el hijo y que les gustaría ser padres, pero se sienten muy inseguros por diversos problemas o carencias, sobre todo de índole económica o psicológica.
El aborto es simplemente una consecuencia de otras más: un embarazo no deseado, un compromiso emocional no querido, una responsabilidad que no se desea o puede asumir. Esto significa que se llega al embarazo y luego al aborto por haber tenido: a) relaciones sexuales de forma voluntaria y no haber usado anticonceptivos o usarlos no correctamente, o b) de manera involuntaria como producto de la fuerza y el abuso en una violación (2).
Ergo, se podría evitar el embarazo no deseado y por ende el aborto, en primer lugar, con una adecuada educación sexual realista y ética, dentro de la familia y en la escuela, que podría ayudar a prevenir embarazos no deseados en el futuro (pero una vez más, la pasión muchas veces domina la razón). Y para evitar los abusos sexuales, los padres deben proteger constantemente a las menores, nunca dejarlas con extraños, y aconsejar a las mayores (que ya saben de lo que se trata) a que sean cuidadosas con quienes se involucren.
Claro está, una sociedad educada, vital, moderna, equitativa y sincera –no ignorante, tanática, atrasada, pobre ni hipócrita– propiciará unas sanas y libres relaciones sexuales y no alentará, por un lado, la predominancia de la desigualdad, la miseria o el desempleo ni, por el otro, la aparición de violadores, degenerados, enfermos mentales o acomplejados, seres incapaces de iniciar o mantener una relación normal con una persona del sexo opuesto (aunque es inevitable que siempre haya algunos de los tales).
Anónimo
El problema fundamental del aborto –la obstrucción del desarrollo o la eliminación del embrión o feto dentro del vientre materno– puede resumirse en que si su práctica adrede implica intrínseca o fácticamente el asesinar o no (1) a un ser humano o a una persona. Para ello es menester tener una concepción de lo que es la vida humana. Para algunos ella empieza justo en la concepción, en la unión del espermatozoide con el óvulo, para otros cuando el feto adquiere ciertas características humanas –cuando su sistema nervioso emite ondas cerebrales, por ejemplo–.
Pero así como una semilla no es una planta, o un huevo no es un pollo, un niño no es un adulto. Sin embargo, el óvulo fecundado tiene la capacidad de ser una mórula, ésta un embrión, éste un feto que podría nacer como bebé.
Diremos que quienes quieren realizarse un aborto de sean deshacerse del futuro ser por venir, por cuestiones netamente prácticas, ya que lo consideran un problema o una traba, sea para (poder) seguir estudiando o trabajando, para contraer matrimonio y sus respectivas responsabilidades más tarde, o simplemente para continuar «gozando» de la vida, divirtiéndose sin casarse por obligación. Esto es, no se quiere al nuevo ser, no se desea tenerlo y de ahí se plantea la libertad y el derecho de elección a ser madre o no. Pero esto dicho así, de una manera tan simple, implica otras cosas. Hay quienes sí quisieran que el embarazo continúe, tener el hijo y que les gustaría ser padres, pero se sienten muy inseguros por diversos problemas o carencias, sobre todo de índole económica o psicológica.
El aborto es simplemente una consecuencia de otras más: un embarazo no deseado, un compromiso emocional no querido, una responsabilidad que no se desea o puede asumir. Esto significa que se llega al embarazo y luego al aborto por haber tenido: a) relaciones sexuales de forma voluntaria y no haber usado anticonceptivos o usarlos no correctamente, o b) de manera involuntaria como producto de la fuerza y el abuso en una violación (2).
Ergo, se podría evitar el embarazo no deseado y por ende el aborto, en primer lugar, con una adecuada educación sexual realista y ética, dentro de la familia y en la escuela, que podría ayudar a prevenir embarazos no deseados en el futuro (pero una vez más, la pasión muchas veces domina la razón). Y para evitar los abusos sexuales, los padres deben proteger constantemente a las menores, nunca dejarlas con extraños, y aconsejar a las mayores (que ya saben de lo que se trata) a que sean cuidadosas con quienes se involucren.
Claro está, una sociedad educada, vital, moderna, equitativa y sincera –no ignorante, tanática, atrasada, pobre ni hipócrita– propiciará unas sanas y libres relaciones sexuales y no alentará, por un lado, la predominancia de la desigualdad, la miseria o el desempleo ni, por el otro, la aparición de violadores, degenerados, enfermos mentales o acomplejados, seres incapaces de iniciar o mantener una relación normal con una persona del sexo opuesto (aunque es inevitable que siempre haya algunos de los tales).
Pero en países como el nuestro es obvio que muchas mujeres abortan empujadas por problemas económicos (en los industrializados, la vida de las madres, los hijos, la familia, de los seres humanos en general –e incluso la de especies en peligro– está protegida y asegurada, pero igual se puede abortar legalmente). Y no solamente las solteras o las estudiantes, sino también las casadas y con otros hijos buscarán el aborto como una medida desesperada ante sus limitaciones económicas. Son estas últimas las que han comprobado lo difícil y dura que es la tarea de traer un niño a este mundo a pesar de tener un marido a su lado. En un medio donde el nivel de vida es caro y donde a la vez los salarios y sueldos «decentes» escasean, mucha gente es empujada a vivir en la miseria y, por ende, a no disfrutar de una vida sana y normal.
En nuestra opinión, en sociedades como la nuestra donde el aborto es ilegal, éste es visto, por un lado, como el asesinato de un ser indefenso, o, por otro lado, como un «anticonceptivo» o «método de planificación familiar» drástico que conlleva toda una carga negativa y es la mujer quien la recibe sobre todo (el cigote, la mórula o el feto no es consciente de eso). Por ello, es indispensable y urgente una extensa y muy bien informada educación sexual para así llevar una adecuada y realista planificación familiar.
Pero desgraciadamente, la Iglesia Católica, la religión predominante en Iberoamérica, condena el uso de los métodos preventivos «artificiales» químicos o físicos pues intervienen en el uso natural del sexo «creado por Dios» para «la reproducción en amor» del género humano. Sin embargo, en la realidad:
• muchos son católicos por tradición más que por convicción (y así no siguen los preceptos papales);
• no siempre se tiene sexo y amor a la vez; y
• en la vida humana usamos mucho los artificios (3).
Conclusiones
Entonces podemos concluir que el sexo:
• es un tipo de reproducción por medio del cual se preservan las especies vivientes sean de tipo uni o pluricelular.
• mientras más compleja sea la especie más sofisticada será la manera de apareamiento.
• en el ser humano es variadísima su expresión justamente porque su conducta es mínimamente instintiva y máximamente aprendida.
• es por sí mismo tanto para hombres como mujeres una fuente de mero placer físico y psicológico pero también displacer cuando se le involucra con otras esferas de la vida.
• en los varones y las féminas puede aumentar o descender la intensidad del deseo que provoca dependiendo de las circunstancias –estímulos, edad, tabúes, costumbres, etc.–.
Notas
(1) Hablamos así pues en lo que se refiere a lo legal es relativo. Por ejemplo, en casi toda Europa, Canadá, EE.UU., Guyana, Uruguay y Argentina no es un delito abortar sea por enfermedad o por no desear al hijo o hija por venir y en Paraguay, Venezuela, Guatemala, el Perú y Costa Rica sí (salvo que la salud o la vida de la madre esté en riesgo).
(2) Y claro el aborto al ser delito en países como el nuestro se tiene que practicar furtiva y subrepticiamente, no pocas veces en malas condiciones y con ayuda poco profesional, sobre todo en aquellas mujeres que no tienen mucho respaldo económico.
(3) Incluso el Papa Juan Pablo II, cuando fue baleado, fue tratado con fármacos y se sometió a cirugía. Quizá en el presente siglo las mentes y las cosas cambien y la política eclesial acepte los métodos anticonceptivos no naturales, el sacerdocio femenino y los sacerdotes casados, en beneficio de sus seguidores.
La Iglesia debe adaptarse a la realidad pues, a pesar las actuales prohibiciones muchos católicos usan anticonceptivos artificiales, hay curas con mujer e hijos y se sabe de monjas que han dicho la misa y aun administrado sacramentos en lugares donde no había sacerdotes. En 1996, el papá Juan Pablo II reconoció la teoría de la evolución oficial y directamente. De esa forma, una vez más, respeta los descubrimientos de la ciencia al final de cuentas –al menos en ese aspecto–, cosa que no hacía en el pasado si iba contra sus dogmas, como es bastante conocido.
(Publicado originalmente en: Paz y Miño, Manuel Abraham: Cómo disfrutar mejor el sexo, el amor y el matrimonio. Lima: AERPFA, 1998).